Fracaso.

Fracaso. Esta palabra es lo peor, verdad? A nadie le gusta saber o escuchar que ha fracasado. Normalmente, el fracaso es una de las causas por la que lloramos. El fracaso es una gran manera de decir, “no lo hiciste lo suficientemente bien, no eres suficiente”, al menos, para mí eso es lo que significa el fracaso.

Siendo honesta, estaba aterrorizada de tener que ir a enseñar. Sentía mucha presión por parte de todos los que me rodeaban porque pensaba que serían mejores que yo, y durante mi práctica, aprendí que nadie puede ser un gran maestro en su primer año. Pero la idea del fracaso para mí era aterradora. Y sentí que tendría mejor suerte trabajando para un ministerio. Aunque sabía que trabajando en España todo sería diferente, ya que era un lugar en el que me podía permitir fracasar, porque todo iba a ser nuevo.

No me sorprendió que España me haya enseñado, de muchas maneras, que soy un fracaso. Para empezar, la lengua, la mirada decepcionada que la gente me da cuando les digo que soy vegetariana, cuando intento hacer ciertas amistades viendo que esas personas claramente no tienen interés en ser mis amigos, e incluso mi primer viaje al supermercado cuando la señora tuvo que ir varias veces a pesar mi fruta, sabía que tenía que aprender a sentirme cómoda con el fracaso. Muchas veces, no me siento capaz de realizar muchas cosas, y no estoy segura de si es porque estoy aprendiendo a ser adulta, o porque estoy en España, o probablemente los dos. También “fallo” en ser consistente en mi relación con Dios. Constantemente encuentro formas de compararme con mi equipo y me pongo un poco celosa de lo increíbles y únicos que son cada uno de ellos. Y aunque muchos de estos sentimientos no son saludables y llevan a otros problemas, en los cuales también tengo que trabajar, creo que el proceso de recordarme a mí misma que soy un fracaso ha sido realmente útil. (Para aclarar, no todo es un “fracaso”. Hay diferencias entre los errores, los fracasos, y las malas intenciones, pero incluso cuando cometo un error, mi sensación suele ser siempre la misma: que he fallado. Si no lo relacionas de esta manera, está bien.)
El fracaso es una parte de la vida humana. Tengo que admitir que soy humana. Es saludable fallar. Si nunca fallamos, nunca crecemos. Predico el crecimiento como si fuera la clave de la vida, así que tengo que admitir el hecho de que gran parte del proceso de crecer viene a través de los distintos fracasos. Y que yo también, fracaso. En muchas y muchas cosas, todos los días. Me obsesiono si mis palabras exactas en oración son realmente alentadoras, o me golpeo por olvidar el nombre de alguien, segura de que debido a mi única acción, Dios no será capaz de trabajar y esa persona nunca querrá volver a En Vivo otra vez. O me olvidé de orar con un estudiante después de nuestro groupito …. Acerca de la oración. O si me reuní con 4 personas la semana pasada y es miércoles y ni siquiera he tenido una conversación profunda con alguien, me siento como un fracaso porque de alguna manera creo que es mi responsabilidad ser Dios. No le doy crédito suficiente ni confío en que está haciendo su trabajo, lo que me hace enojar conmigo mismo por no confiar en Dios.

Creo que hay una delgada línea entre nuestras inseguridades y el fracaso.

He estado aprendiendo más este año sobre cómo mi valor y mis méritos no están vinculados a lo que hago o logro. Y eso es bueno, porque es verdad. Dios no me ama por nada de lo que hago, sino porque soy su hija. Nada más. Así que si trato de atar mi valor a mis acciones, no sólo voy a estar triste por las cosas que estoy haciendo, sino que voy a estar triste con lo que soy. Ese es un lugar peligroso en el que estar porque no podemos vivir en el amor si estamos diciendo que nuestro valor es un “fracaso”. Jesús te eligió y te ama, y ​​a mi, más de lo que podemos imaginar. Independientemente de lo bien que cumplamos con nuestras tareas.

También creo que tengo una visión diferente del fracaso. Tiendo a encontrar alegría en el fracaso. Tiendo a encontrar alegría en muchas cosas. Sorpresa! El fracaso es bueno, porque no define quiénes somos, sino que nos conduce al crecimiento y al cambio. También tendemos a apoyarnos más en Dios cuando fallamos. El fracaso nos da la oportunidad de reconocer que no somos perfectos y nos hace ser más humildes. El fracaso es un tiempo para admitir nuestras deficiencias y nuestra “humanidad”. Nos ayuda a aceptar quiénes somos. Si no estás de acuerdo, y odias el fracaso, está bien. Tienes permiso de mi parte. Pero sé que mi vida se ha vuelto mucho más fácil, y puedo aceptar la gracia más fácil, cuando reconozco que el fracaso es parte de la vida cotidiana. Puedo entender lo que hice, cambiar si es necesario, y seguir adelante sin atacar a mi cerebro repitiéndome quién soy y sin tener que decirme a mí misma que no valgo nada (que es lo que normalmente hago.)

Así que, necesitaba venir a España para aprender a fallar y así volver y sentirme lista para enseñar. Estoy bien con no ser tan buena en la enseñanza todavía. Y no es que la enseñanza sea lo que pienso hacer siempre, pero es mi próximo paso. Y estoy agradecida por las formas en que España me ha estado ayudando a prepararme para lo que viene después en mi vida, así como la enseñanza me preparará para otra cosa. Así que continuemos aceptando el fracaso, porque no va a desaparecer, pero gracias a Dios, somos mucho más que eso.

 

Y gracias a Mónica por la traducción!!

Leave a Reply